Giselle, Ballet de Adolphe Adams
Es imposible exagerar la importancia de Giselle. Ballet romántico por excelencia, sirvió de modelo para muchos de los que vinieron después. Elogiado por sus contemporáneos por su ligereza y fluidez, Giselle influyó también claramente en el joven Piotr Ilich Chaikovski, quien lo estudió asiduamente mientras creaba su propia obra maestra, El lago de los cisnes.
Originalmente coreografiado por Jean Coralli y Jules Perrot sobre música de Adolphe Adam, Giselle fue encargado para proporcionar a la brillante bailarina italiana Carlotta Grisi, quien se convertiría en la favorita de la Opéra de Paris, la oportunidad de demostrar todo su talento. Creadas sobre un libreto de Jules-Henri Vernoy de Saint-Georges, siguiendo una sugerencia de Théophile Gautier, tanto la partitura como la coreografía de Giselle fueron realizadas a una velocidad vertiginosa, y el ballet fue estrenado en la Salle le Peletier de París el 28 de junio de 1841.
Giselle es una joven campesina que tiene la mala suerte de enamorarse de un noble. Ya comprometido con otra, el Duque Albrecht se hace pasar, no obstante, por un aldeano llamado Loys. Cuando se revela su engaño, Giselle muere, con el corazón destrozado. Su destino es convertirse en una de las Willis, los vengativos espíritus del bosque en los que se transforman las mujeres que fallecen antes de estar casadas, y que deben hacer bailar a los hombres hasta la muerte. Solamente el perdón de Giselle puede salvar su alma y la vida de Albrecht.
El propio George Balanchine, quien transformó por sí solo el ballet americano del siglo XX, describió Giselle como el Hamlet del mundo del ballet. Es fácil comprender el porqué. Esta obra posee una caracterización maravillosa, incluyendo, además de la de Giselle y Albrecht, la de los personajes de Hilarión, quien no recibe ninguna recompensa por haber descubierto la traición de Albrecht, y de Myrtha, la siniestra reina de las Willis. Sustituir el rápido desenlace de la trama en el primer acto por la sensación intemporal del ballet blanco que le sigue es a la vez mágico e inquietante. Las Willis, extrañamente vestidas de blanco, ofrecen un espectáculo fantasmal que hechiza a Albrecht y a Hilarión, mientras que la naturaleza casi alegre de la música de Adam un poco antes en el ballet se ve reemplazada por algo más etéreo y, a fin de cuentas, más cautivador, al acercarse la historia a su triste final.
Giselle consolidó los pasos revolucionarios que había adoptado Filippo Taglioni en La Sílfide nueve años antes. Bailar “en pointe”, técnica inseparable actualmente de lo que asociamos con la tradición clásica, se convirtió en algo indispensable para contar una historia, en lugar de ser simplemente una manera de mostrar las capacidades técnicas de las bailarinas. Ahora, esta obra clave del periodo romántico es representada sobre el escenario del Teatro Costanzi, Teatro dell’Opera di Roma. Giselle es una obra de belleza y de gracia cuyo lugar ininterrumpido en el repertorio ha desafiado a los caprichos del tiempo y de la moda.